En los primeros años de la década de los 70 ocurrieron en España sucesos que marcaron el rumbo de nuestro país. Pero debido a la edad que tenía yo en esas fechas tengo que reconocer que no recuerdo en absoluto el atentado de Carrero Blanco, por ejemplo, y apenas la muerte de Franco. Pero eso sí, no se me ha olvidado la canción de la familia Telerín con la que yo me iba a la cama.
Recuerdo perfectamente las tardes en que me pasaba las horas pegada a aquella caja que, en blanco y negro, me transportaba a otros ciudades y otros mundos, que me hacia reír, llorar o soñar. Tardes en las que abandonaba a mi Nancy para compartir aventuras con Juancho el Lagarto, la Hormiga Atómica o Magila Gorila. No me puedo olvidar de Heidi y su abuelito ni de Marco y su mamá perdida por aquellas lejanas tierras americanas. Lloraba con la pobreza, sufrimiento y desgracias varias de la familia Ingalls en su Casa de la Pradera, quería aprender Kung Fu como el Pequeño Saltamontes y vivir en una casa yo sola como Pipi Calzaslargas. No entendía porque mis padres no querían ir al Un, Dos, Tres para que Kiko Ledgard, con sus relojes y sus calcetines de dos colores le diera todo aquel montón de dinero que siempre tenia en la mano. Todo intercalado con anuncios como Norit el Borregito, la canción del negrito de Coca Cao y aprendiendo que Soberano era cosa de hombres.
Es curioso como afloran los recuerdos como por arte de magia, como uno me lleva a otro. Me acuerdo muy bien de la muñecas de Famosa que nos traían a mi hermana y a mi los Reyes Magos, los Madelman para mi hermano y los Juegos Reunidos Geyper y el Cine Exin para todos. El Pegamento y Medio, el jabón Lagarto y los televisores Telefunken. Los cuadernos de caligrafía Rubio, el catecismo aprendido de pe a pa, los cromos de Mazinger Z y la Mirinda. Aquellas relativamente escasas tardes de sábado en que convencíamos a mi padre para que nos llevara al cine a ver Los Aristogatos, o la Bruja Novata con nuestros bocadillos de pan con chocolate. Y el NO-DO, claro. Mis primeros acercamientos a la lectura de mano de Mortadelo Y Filemón, el Botones Sacarino o Pepe Gotera y Otilio. El sereno Cándido que nos daba las buenas noches con aquel montón de llaves colgadas en su cintura. El Ya, que les llegaba a mis padres todas las mañanas...
Muchos de estos recuerdos y vivencias son como flashes en mi mente, otros son mucho más nítidos. Gracias a esta web puedo colocarlos en su orden y recordar algunos que se me habían perdido en el tiempo. Recomendable.
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1 comentario:
Pues imáginate si encima de todo aquello hubiéramos tenido Internet, los móviles y el messenger... No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero aquellos años de infancia los recordaremos siempre con un brillo especial en los ojos. Gracias por traerme recuerdos.
Besos especiales
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